¿Por qué los dólmenes se asocian con la música celta?
El megalitismo tiene una presencia destacada en la iconografía y el imaginario de la Música Celta contemporánea por diversas razones culturales, históricas y simbólicas.
La portada de un disco sigue siendo la primera impresión que el oyente potencial tiene del álbum. Por eso artistas y disqueras eligen el diseño con cuidado para que capte la atención del público ante una gran cantidad de opciones musicales disponibles. No siempre, pero sí muy a menudo, la portada también ayuda a distinguir el estilo musical, la temática o la personalidad artística a través de imágenes, colores y tipografías que crean una marca visual que la gente identifica fácilmente.
En el caso que nos ocupa, además del arte celta (entrelazados, trisqueles…) un recurso utilizado con cierta frecuencia es la imagen de monumentos megalíticos.
Dólmenes, menhires y cromlech han protagonizado las carátulas de multitud de discos de Música Celta, desde el último trabajo de Luar Na Lubre a la icónica Sinfonía Celta de Alan Stivell, pasando por una amplia variedad de recopilatorios. Pero… ¿Por qué se asocia la Música Celta a estas construcciones ancestrales?
Megalitos. 6.500 años nos contemplan
El Megalitismo es la expresión cultural que marca el surgimiento de la primera arquitectura monumental a través del uso de grandes bloques de piedra con fines funerarios, rituales, de reunión o delimitadores del territorio. Su origen se sitúa en el contexto de las primeras sociedades agrarias de Europa durante el Neolítico y fueron construidos aproximadamente entre el 4.500 y el 2.500 antes de nuestra era, extendiéndose por gran parte del occidente europeo, incluyendo las islas británicas, Francia y la península ibérica.
Por su parte, los pueblos celtas surgen mucho después, durante la Edad del Hierro, aproximadamente alrededor del primer milenio antes de nuestra era. Los distintos pueblos celtas se toparon con estos monumentos que por entonces eran ya milenarios y, sabedores de que no eran caprichos de la naturaleza, sintieron gran fascinación y respeto por ellos atribuyéndoles propiedades mágicas o sagradas al creer que eran obra de deidades o antiguos gigantes. En ellas dejaron sus propias inscripciones y existe evidencia de que reutilizaron y adaptaron estas estructuras para sus propios fines. Por ejemplo, algunos dólmenes y menhires se incorporaron a sus rituales y prácticas religiosas paganas.
Y es que incluso con la cristianización que comenzaría a partir del siglo IV de nuestra era, montones de estos sitios fueron reconvertidos a la nueva fé. Al tratarse de espacios espirituales podrían seguir atrayendo a las personas que ya estaban acostumbradas a venerarlos.
El megalitismo en el imaginario romántico
Durante el Romanticismo en el siglo XIX, hubo un despertar del interés en las antiguas culturas europeas. Esto influyó fuertemente en la atracción por lo celta desde una visión exótica e idealizada, propia de aquel movimiento, más especulativa y fantasiosa que científica, pero muy atractiva como inspiración artística, literaria y de construcción identitaria. De esta manera, dólmenes y menhires se asociaron por sistema a los cultos de los druidas convirtiéndose en símbolos de un pasado distante y enigmático, iconos visuales y conceptuales de un celtismo que realmente no estaba en su verdadero origen pero tampoco le era del todo ajeno.
Y es que la transición hacia la edad de los metales no implicó un cambio brusco en las prácticas culturales. Las sociedades de la Edad de Hierro heredaron y adaptaron muchas tradiciones del Neolítico y la Edad del Bronce, entre ellas mantener determinados monumentos megalíticos como lugares de memoria y de culto.
Por otra parte, la atracción por las culturas autóctonas y las tradiciones populares durante el Romanticismo motivó el interés en las lenguas de origen céltico supervivientes en la costa atlántica europea y la mitología céltica de estas regiones.
Entre megalitos y melodías
La música celta contemporánea comparte en sus melodías la emotividad y la profunda conexión con lo místico del Romanticismo. Ideales romancistas como el amor, la justicia, la libertad, la gloria, la eternidad, los orígenes o la identidad territorial también son habituales en sus letras. Instrumentos tradicionales como el arpa, la gaita, las flautas o el violín evocan también una sensación de antigüedad, autenticidad y contacto con las raíces; postulados de la estética romanticista.
Del mismo modo, la iconografía de la Música Celta que utiliza monumentos megalíticos busca crear una atmósfera visual que complementa el sonido de la música. Imágenes que evocan un sentido de tiempo y espacio enriquecedor de la experiencia auditiva para crear una fuerte conexión entre lo visual y lo musical desde esa misma idea romántica y una efectiva conexión emocional.
Las portadas y contraportadas de los discos con entrelazados de arte celta y elementos megalíticos actúan así como una introducción visual a todos estos conceptos simbólicos ayudando a contextualizar la música antes de escucharla, algo que resultaba muy útil décadas atrás, cuando se compraban los vinilos y CDs en las tiendas de discos y por catálogo, sobre todo si el artista o banda no eran muy conocidos. En la actualidad sigue manteniendo su significación si bien no es un recurso tan utilizado.